Pablo Enoc Cortez

Al cañón del silencio

El ruido del tráfico entra por la ventana en la habitación de Melissa y no le permite dormir. Pero si Melissa fuera honesta consigo misma, podría admitir que esta noche no tenía planeado dormir. A primera hora debe estar en el aeropuerto. Hace dos días que no sabe nada de Emilio. La última vez que habló con él fue cuando la llamó a la habitación del hotel donde ahora se hospeda, una breve llamada telefónica en la que las palabras escasearon. Al darse cuenta de que no podrían sostener una conversación entonces, él le pidió que llamara después. Y aunque todo parece indicar que es ella quien prolonga el silencio que los separa, siente que fue él quien la abandonó. ¿Se le puede considerar abandono al silencio? Por supuesto, piensa. 

Sabe que al aterrizar en Ciudad de México será imposible ponerse en contacto con él. Tiene dos opciones: o lo llama ahora mismo o lo llama cuando regrese a Tijuana, pero en dos semanas todo puede cambiar. En una sola noche todo puede cambiar. Las manecillas del reloj no miden la intensidad del amor, eso lo sabe cualquiera. Pero el tiempo sí mide algo primordial —el interés, y Melissa no quiere llamar ni ahora mismo ni dentro de dos semanas. Quiere escuchar la voz de Emilio y que sea él quien la llame o aparezca en la sala de abordaje o que espere su llegada en el aeropuerto sosteniendo un cartel con su nombre. No es un anhelo tonto. Emilio ha hecho eso y más por otras mujeres.

Melissa se levanta de la cama, termina de empacar y camina por la habitación. Intenta leer una novela francesa que compró esa mañana en una librería de la Zona Río. La novela versa sobre una actriz que, de manera predecible, vive un intenso y fugaz enamoramiento por su compañero de cabina en el tren de París a Le Havre. La actriz ve al hombre por primera vez en la línea para comprar el boleto de abordaje. Se forma detrás de él y ve en el cuello de su camisa blanca (sucia, arrugada) la mancha del labial de una mujer en la forma de un beso. Eso, sin decir más, desencadena en la mente de la actriz mil y una ideas sobre la historia detrás del cuerpo del delito. Bien pudiera haber sido obra de la esposa. Pero no, piensa, esas cosas se saben, se intuyen como se intuye la muerte y el desamor. La posible explicación de aquel beso invoca en la actriz una intriga apremiante, un deseo desmesurado, y así se plantea la misión —aunque más bien es necesidad— de seducir a aquel hombre.

Con su boleto en mano la actriz se dirige por las escaleras hacia el andén donde encuentra nuevamente al hombre. Se acerca a él pero no dice nada. Esperan el tren por unos minutos. El hombre enciende un cigarrillo y la primera calada es lenta, se podría decir que es meditativa, y la actriz maldice la demora del tren pero bendice el curado del tabaco. Cuando llega el tren la actriz sigue al hombre por el vagón y se instala en el asiento frente a él. El hombre la observa por primera vez con una expresión de curiosidad y cansancio, con unos ojos que no afirman ni desmienten una sola de la serie de conjeturas de la actriz; después vuelve la mirada al cristal de la ventana, desde donde el hierro forjado del interior de Saint Lazare esboza la imagen de una jaula infinita que se despliega en todas direcciones. 

El tren parte de la estación y la mujer piensa en cómo procurar su objetivo. Busca la mirada del hombre. La consigue. Decide entonces sacar un labial (carmín, por supuesto) de su bolso y se lo lleva a los labios mientras sostiene la mirada de su acompañante. El hombre, evidentemente turbado, sonríe, inclina la cabeza y cierra los ojos. Respira profundamente y cuando los abre de nuevo la actriz está besando una hoja de un pequeño cuaderno negro. Regresa el labial a su bolso y saca una pluma. Procede a escribir en su mejor letra (una caligrafía garigoleada que bordea la precaria fisura entre la elegancia y la estridencia) una sucinta pregunta que desde luego presume la respuesta afirmativa: «Un autre ?». 

La mujer lee la nota y, satisfecha, arranca la hoja de su cuaderno y se la extiende al hombre. 

Melissa cierra el libro de golpe y piensa que la protagonista está desquiciada. Ningún hombre merece el esfuerzo que exhibe la actriz. El pasaje que acaba de leer no puede ser más que la grotesca fantasía de un cobarde escritor. De un Emilio des lettres. Regresa a la cama y clava una inquisitoria mirada en el teléfono de la mesa de noche. Sabe que en el momento en que comience a marcar el número de Emilio, sus sentimientos hacia él cambiarán irrevocablemente. La conversación que podría surgir de aquella llamada los encaminaría por destinos divergentes. Sería, sin más, una despedida. 

Al cabo de un rato entran los primeros rayos del sol por la ventana. Con el amanecer, el breve silencio que auspició su lectura se contrae como el obturador de una cámara (retratando a su vez lo que es probablemente el último instante de serenidad que tendrá en esta ciudad). Melissa entiende que la marcha hacia su destino comienza ya. Se viste y deja unos billetes sobre la cama como propina para los empleados del aseo y piensa en escribir una nota para Emilio, sopesando la posibilidad de que llegue a buscarla al hotel demasiado tarde (pasa por su mente también la idea de plantar un beso en la nota). Se dirige hacia la mesa de noche y toma la pluma junto al bloc de notas que proporciona el hotel, pero en el acto concluye que no tiene nada que decir —en ese rectángulo en blanco hay una obligación que la excede. Es curioso, piensa, los desvaríos del corazón son similares en sus primeros pasos por las llegadas y las ausencias. Si hubiera decidido escribirle a Emilio en vez de llamarlo, quizá hubiera terminado de leer el libro que compró. Aunque es más probable que no lo hubiera comprado en absoluto. Se pregunta quién habrá dejado aquel beso en la camisa del hombre antes de echar el libro en el cesto de basura.

Melissa toma el teléfono y, tras una breve pausa, llama a la recepción y pide un taxi que la lleve al aeropuerto. El trayecto por la ciudad es largo, o a ella le parece largo, el conductor le pregunta de dónde es, hacía dónde va, cuánto tiempo estuvo de visita, si conoce tal lugar, el tipo de preguntas que hacen los taxistas en el intento de entablar una conversación con los pasajeros, pero el hombre no tarda en comprender que no tendrá la misma suerte en esta ocasión. Decide entonces encender la radio y termina por sintonizar una estación donde están dando el pronóstico del tiempo. Se menciona el frente frío que se avecina a la península de Baja California, se recomienda no salir la próxima semana si no es absolutamente necesario. El hombre le dice a Melissa a modo de broma que nunca hace caso a ese tipo de advertencias, que los del tiempo y las noticias son como la selección de fútbol y los políticos, porque prometen todo y nunca se cumple nada. No es exactamente lo que dice el hombre, sino más bien la manera en que lo dice, pero al escuchar esto, Melissa no puede evitar soltar una carcajada que sorprende al taxista. La ve por el retrovisor y se ríe con ella, y por una parte se siente halagado tras haber hecho reír a la señorita de piedra del asiento trasero (los taxistas, por supuesto, le ponen sobrenombre a todas las personas que entran en sus vehículos, así se refieren a ellas con sus camaradas al final de la jornada), pero por otra también se siente incómodo, es como si la risa que escucha no le perteneciera a la mujer en realidad, como si en vez de humor fuera lástima lo que escucha, una lástima que no va dirigida hacia él ni hacia nada ni nadie que reconozca. Bueno, piensa el taxista sin darle más importancia, unas se ganan y otras se pierden. Cuando por fin llegan al aeropuerto, la ayuda con su equipaje y le desea buen viaje, pero Melissa camina hacia la sala de abordaje con la convicción de que el buen viaje llegó a su conclusión justo al salir del taxi.  

Bio

Pablo Enoc Cortez is a Mexican-American writer and graduate student in Philosophy at Fordham University in New York City. As a native of the San Diego, California and Tijuana, Mexico region, his work often focuses on liminality, identity, the borderland, and dualities. He is the recipient of the William James Essay Prize in Philosophy (2021) and his fiction work has been featured in La Nota Latina (2023) .