
Norma Lopez
3 Poems
Manteca
“Manteca” dice mi hermanito,
ya de hombre, cuando quería
mantequilla.
Me río, y no le gusta.
¿A quién le gustaría que
se burlaran de un esfuerzo
sincero, un intento de reconectar con
la lengua ancestral, abisabuelada ya,
es cierto, pero nuclear?
Lo defiende su madre y me callo.
Mi padre, campesino en su hablar,
en “mexicano”–no en español o
castellaño–me decía “hijo,” (yo pensaba
que era por mi temperamento o caminar)
distinción de su cría, cualquiera que fuera.
Más correcto fue que el profe con PhD.
Porque “mexicano” es lo que hablaban
sus ancestros: ¿qué culpa tenía él que
escribieran su canción sin entenderla
y que sacaran elote de elotl o coyote
de coyotl los interesados equivocados?
Mi padre no sabía nada de eso pero le hubiera gustado.
Mi madre, más urbana, más lejana
de su pasado conquistado, contaba
cosas que se le habían olvidado que
sabía, como los nombres de los árboles
–el chapote que fue zapotl–salpicándome
con su esencia antes de volverse humo.
Los recuerdos son miserables muestras de mall americano.
Se desentierra el pasado, capa por capa,
y yo me encuentro en lo despedazado
donde nada puro existió nunca,
un mestizaje verdadero, único
en su resultado si no en su ejecución.
Yo lo soy todo.
Los habitantes de Boquillas
Yegua e hijo pastan y siguen la corriente
a lo largo del arroyo sin corriente,
vacío a causa de la seca que hacen
los hombres para servirse de agua;
se entretienen entre los carrizales
hasta que el camino al corral les llama.
Sin señas de ser más que
un pantano algoso, hubo
un tiempo que fue río feroz,
cuando se hacía respetar,
y al verlo, tanto los infieles
como los santos se ponían a rezar.
La escolta indígena que llevaba
los gachupines a su gente, íntima
de los cañones y valles, dijo
“hasta aquí,” reconociendo
el carácter fronterizo, natural y
no impuesto, del río descomunal.
Habían estado perdidos por ocho años,
más hijos adoptivos que extraños de
las tribus que los habían cuidado,
una y otra vez sacados de la intemperie,
el hambre y la sed, pero el añoro por
la cultura materna nunca pudieron apaciguar.
Hoy en día los habitantes de Boquillas cruzan
el lecho del río dizque Grande buscando
sus mulas y cabras empeñadas en amblar
más allá del tabaco silvestre para explorar
el monte al otro lado, mientras el dueño paciente
espera en la sombra, escondite por casualidad.
Los artesanos ponen su mercado en pleno sol,
vendiendo en ausencia el ocotillo hecho de cobre
y cuentas, las vírgenes de paja y piedra, polvorientas,
tan ajena la costumbre que el gringo comprador
duda que lo que se pone en el cofre de metal
encadenado sea lo que se debe o sea legal.
Así encontré al río Bravo, el que alguna vez
fue frontera sin querer, sin fuerza de moverse
por su trayectoria ancestral; irónico es que fue
domado para asustar a los desafortunados que
hoy en día solo tienen sus charcos turbios
enzoquetados* impidiendo su cruzar.
*Enzoquetados es derivado de zoquete, una palabra que se usa entre los mexicanos de Texas para decir lodo. Zoquete es la hispanización de la palabra náhuatl zoquitl.
Graffiti train
Car after car of fat blue tags stops
traffic, superhero wannabes thick
and menacing amid a spectrum
that forms no rainbow but signals
“I am here but no one notices
until I scream, so I scream,”
intoxicating shapes and colors;
car after car clicks by like an
old-fashioned slide show no one
asked to watch, slow and straight,
no horns or whistles—mustn’t disturb
the residents—from Hondo to Sabinal
then turns northwest into the desert,
snaking through the yucca plumes;
car after car passes the coyote
chorus of what-the-hell-are-you-
and-what-do-you-want here
where your cousins no longer live
but hide behind the cenizo and rock
hoping to hop the moving portal
before it speeds shut for an eternity;
car after car of a peopleless train,
4-star cattle rooms become canvas
filled inside and out with dreams
ever since the time the chinamen
laid the rails in the open heat that
was better than unchanging damp
where the iron is less merciful;
car after car of letters two stories
high flashing the fuck-you cleverness
of cities head to a studio prickly with
dust where debates are nonsensical,
weaving through canyons and washes
to get beyond the Anacacho Mountain
and join the intransigent nopal.
Bio
Norma G. López was born and raised in San Antonio, Texas. She has taught language to adults most of her career, primarily English as a Second Language (ESL) and Spanish. For short periods of time, she has lived in other countries including Brazil, Mexico, Japan, and Taiwan where she had valuable experiences and made heartfelt friendships. Ms. López has an MA in Spanish from Tulane University and a second MA in educational psychology from The University of Texas at Austin. She writes short stories and essays but most often writes poetry in both English and Spanish. Ms. López began seeking publication of her work in 2019. Her poetry appears in the 2019 issue of Azahares and in the anthology Somos Xicanas published December 2024 by Riot of Roses Publishing House. She can be reached at zepolgn40@hotmail.com.